LA SEGUNDA OPORTUNIDAD DE JENARO
Hace un año Jenaro imploraba a los dioses por una revancha de una Final de Champions que en ningún momento mereció perder, ni debió hacerlo, aún consciente de que, los títulos, no se merecen, se ganan. Esas mismas deidades que le privaron de su primera Champions League, arrepentidos de haber sido tan crueles con el de Santa Gema, decidieron darle una segunda oportunidad, la de resarcirse ante su enemigo histórico, su némesis, el Moriarty con quien se había obsesionado desde entonces, y que le hacía observar meditabundo la Ría del Burgo desde su piso en la calle Baker. Sufrió para hacerse con un billete a Lisboa, derribando al propio Conde en su hasta entonces fortaleza inexpugnable de If, aprovechándose del guiño que paralelamente le hacía el Gigante de Alvedro , que no se jugaba más que el nombre ante el Cardenal, al que un empate le resultaba bueno para discutir la hegemonía del noble, derrotándole en Culleredo y privándole de aspirar a su segunda victoria europea. Lo había logrado, el único en derrotar a la leyenda de la Vieja Europa, apelando a la heroica, tenía su Vendetta en tierras portuguesas, estaba preparado, desconocía que su rival, también, probablemente, más que nunca. Jenaro lo intentó, pero esta vez era imposible.
EL MEJOR MONTECRISTO
El Conde, consciente de que en el último enfrentamiento allende de los Pirineos había sido sonreído por la fortuna y vapuleado por la prensa pese al título logrado, por su juego rácano y conservador, llegó muy mentalizado al Estadio da Luz, deseoso de acallar bocas, en un estado de forma descomunal, preparado para derrotar a Jenaro por segunda final consecutiva. Nunca se había cuidado tanto ante una cita importante, no quería repetir viejos errores, La Quinta estaba en juego, y el mejor Montecristo salió como una exhalación buscando el primer punto, obteniéndolo ya en el primer envite ante los atónitos ojos del de los 14, impotente, incapaz de frenar el ofensivo boleto del noble. En el segundo, otro tanto, un visto y no visto, un par de plumazos y 2-0 en el marcador. Con Jenaro medio noqueado, la cosa parecía estar hecha, pero en el tercero, tirando de casta y orgullo, el aspirante recortaba distancias (2-1), era solo una ilusión, el cisne de Santa Gema entonaba su último canto. El cuarto Round dejaba a las claras que el campeón detentaría el título, lograba un 3-1 que parecía decidir la Champions, obligando a Jenaro a vencerle en los 3 últimos boletos. Para no conceder opción, If rehusó dejarse llevar por su carácter indomable buscando infringir una inolvidable goleada histórica que siempre se recordaría y aconsejado esta vez por la prudencia, especuló con pronósticos garantistas en el quinto round para asegurar un empate que le garantizase que la Corona de Campeón de Europa continuase encima de su cabeza, y no falló. Montecristo conquista su cuarta corona del último lustro, esta vez, sin dejar lugar a la duda respecto a quien es el intratable dominador del Continente.