A la tercera fue la vencida. Tras caer en 2008 frente al Barón Rojo y hace apenas un año ante el Conde de Montecristo, Richelieu conquista el único título que le faltaba, la minusvalorada para los perdedores pero celebrada por los vencedores, Champions League, y tuvo que ser en la última cita, en la que solo le valía ganar, merced al factor empate favorable al meritorio debutante, Tasoti.
Pero la final empezó a volar hacia el Vaticano, mucho tiempo antes, cuando el peso de la responsabilidad hizo mella en el Diablo de Alvedro en los dos primeros puntos del match: El 2-0 inicial resultó ser demasiada renta cedida hacia el veterano Cardenal, perder únicamente uno de los cinco boletos siguientes no fue suficiente para hacerse con el título al bueno de Fluchiño, cuyo debut, sin duda jamás olvidará la Europa quinielística, semper fidelis a su estílo, sin variar sus habituales quinielas ofensivas por muy grande que fuese la empresa que se le presentaba, que lo era. Enhorabuena para él también, aunque desde luego, para el controvertido Cardenal, el antihéroe de la Liga y Copa de Europa, el más criticado, odiado y en el último quinquenio, envidiado, admirado, y desde hoy, también el mejor jugador del viejo Continente, porque la Champions, será el preludio de la mejor temporada de su trayectoria, en la que posiblemente se convertirá en el tercer jugador de la historia en lograr dos entorchados en el mismo curso, aunque bien pudieran ser tres a poco que le sonría la suerte.